domingo, 5 de mayo de 2013

Un buen día para sumergirse


Aunque no lo pueda parecer, los días en los que el mar no se encuentra en su mejor momento, puede constituir una ocasión excepcional para poner en práctica todos los conocimientos aprendidos durante el curso y sumergirse con tu Divemaster de confianza que te asesorará en todo momento sobre el mejor proceder en estas situaciones.

Estás inmersiones, si bien aportarán mucho menos desde el punto de vista estético y paisajístico, se convertirán en un entrenamiento ideal para reforzar tu seguridad bajo condiciones adversas y anotarás en tu diario de buceo una de esas inmersiones que nunca se te olvidarán. Habrás superado condiciones que hasta entonces no te habías decidido a afrontar y tu experiencia como buceador, así como tú autoestima, habrá progresado notablemente.

Los hechos que a continuación se describen no son el fruto de de la unión de una serie de circunstancias y hechos hipotéticos, sino de las experiencias reales extraídas de las inmersiones de un fin de semana donde Neptuno, rey del mar, debía estar un tanto enfadado.

Allá por el mes de marzo, en nuestra querida costa murciana, y con una temperatura del agua entorno a los 14º C, nos esperaban las primeras inmersiones del año. Lamentablemente las condiciones del mar no parecían que nos fuesen a acompañar. La marejadilla con que se había levantado el día tendía a marejada, acompañada además de un mar de fondo. Las caras de los buzos, la mayoría iniciados con no muchas inmersiones, traslucían cuando menos tristeza o decepción. Pero como muchas veces en la vida, la relatividad de las cosas puede hacer ver la botella medio llena ó medio vacía.

Ellos quizás no eran conscientes en ese momento de que tenían ante si una oportunidad excepcional de plantearse las inmersiones como un entrenamiento y poner en práctica lo que su Instructor les había enseñado durante su curso de formación como buceadores. Esa era la realidad más objetiva; la oportunidad de sumergirse con ese fin acompañados por su Divemaster.

En estas condiciones las adversidades comienzan ya en el traslado en barco al punto de inmersión. Si como en este caso, la embarcación tiene poco calado y un diseño muy plano en su obra viva, el “meneito” lo tenemos asegurado. En cuanto abandonamos el refugio del embarcadero, comenzamos a apreciar el estado de la mar, lo que nos da una idea de que cuando fondeemos el movimiento se hará mucho más presente, y no tan noble como cuando estamos navegando.

Es el momento de plantearse el ir equipándose tranquilamente durante el trayecto para permanecer el menor tiempo posible sobre la cubierta del barco cuando hayamos fondeado, ya que el realizar esta operación en semejantes circunstancias acarrea un elevado riesgo de marearse y posiblemente algo más. Lo ideal sería llegar a falta de abrocharse el chaleco y calzarse las aletas para zambullirse al agua lo antes posible.

Una vez ya en nuestro medio y con buena flotabilidad, esperaremos tranquilamente a reunirnos con el resto de compañeros.

La existencia de mar de fondo entre otras cosas, puede afectar de manera notable a la visibilidad en función del sustrato sobre el que nos encontremos. Si como en este caso el punto de fondeo está situado sobre un fondo de mucha arena y algo de poseidonia, será más que probable que las condiciones de visibilidad sean muy escasas.

Esta situación nos lleva a realizar varias consideraciones.

La primera de ellas es que debemos tener cuidado cuando nos situemos en el cabo de fondeo o del ancla bajo la proa de la embarcación, ya que debido al oleaje, el movimiento del casco pudiera llegar a alcanzarnos, golpeándonos en nuestra cabeza si nos situamos muy próximos a este.

La segunda, es que el punto de reunión de los buzos bajo el agua debe cuidarse de manera especial, ya que suele ser muy frecuente que no haya una visibilidad superior al metro y se corre el riesgo de desperdigarse fácilmente. Por ello, el descenso debe realizarse lentamente por parejas y siempre cogidos al cabo de fondeo. A medida que lleguemos al fondo permaneceremos entorno al fondeo en espera de la llegada del resto de buceadores. Una vez que el Divemaster confirme la presencia de todos y todo esté OK, dará comienzo la “navegación”, para lo cual habrá que poner especial atención en no perder de vista a nuestro compañero y al que nos precede, hasta que las condiciones de visibilidad vayan mejorando.

La tercera, es la orientación. En estas condiciones lo más normal es que la perdamos fácilmente. Por este motivo, constituye un buen momento para realizar una práctica de orientación supervisada por tu Divemaster.

Para ello, será necesario disponer de una brújula. Es un instrumento que podemos adquirir por un precio módico para ir ampliado nuestra equipamiento y que nos servirá para irnos familiarizando con su uso antes de realizar el curso de Advanced Open Water. No obstante, el Divemaster utilizando la suya, desarrollará la práctica y os mostrará la ruta a seguir. Para poder llevar a cabo con éxito esta operación, se hace imprescindible haber tomado las referencias geográficas pertinentes con la brújula antes de iniciar el descenso.

Siguiendo todos estos procedimientos nos encontraremos bajo el agua en la mejor disposición para afrontar la inmersión, pudiendo disfrutar en ese momento lo que en principio pudiera parecernos muy complicado a tenor de las circunstancias que nos rodeaban.

Si la visibilidad no es la más óptima para disfrutar del paisaje, deberíais aprovechar la inmersión para hacerla como si no os guiara vuestro Divemaster, intentando fijar todos los datos de profundidad, tiempo, puntos de referencia visuales llamativos, que os ayuden a reconocer el camino de vuelta. Seguramente descubriréis una nueva faceta que desconocíais de vosotros como buceadores, ya que seréis capaces de reconocer y orientaros por los lugares que transitáis de vuelta al cabo de fondeo. Y es que ya se sabe: “no hay más ciego que el que no quiere ver”, y eso suele suceder cuando os acostumbráis en exceso a que os lleve vuestro guía.

Otras de las condiciones adversas con las que nos encontramos es la baja temperatura del agua. En relación al equipamiento necesario mi recomendación es no descuidar dos elementos que pudieran considerarse en principio menos relevantes.

La capucha, para muchos entre los que yo me incluyo, nos puede resultar algo incómoda, pero será un elemento agradable y confortable en tales circunstancias. No hay que olvidar que el cuerpo humano pierde la mayor cantidad de calor por la cabeza.

Por otro lado, los guantes. Si bien una primera inmersión podrías soportarla con esa parte de tu cuerpo desnuda, una segunda inmersión puede pasarte factura y convertirla en un suplicio. Este complemento también resulta muy accesible económicamente, se sumará al equipo que ya tienes y te permitirá disfrutar aunque el agua esté fría.

Al finalizar la inmersión, ya en la parada de seguridad, el oleaje se irá haciendo más patente a medida que nos acerquemos a los -5 metros. Si el oleaje es considerable, permanecer agarrado al cabo de fondeo pude suponer dos cosas.

En primer lugar, que las variaciones de cota pueden superar el metro, lo que no es nada recomendable para hacer la parada de seguridad ya que se sufre constantes cambios de presión.

Y en segundo lugar, existe un alto riesgo de sufrir el mismo mareo que si estuviéramos a bordo de la embarcación.

Por todo ello, os recomiendo mantener como referencia el cabo pero sin permanecer agarrado al mismo.

Por último, ya de regreso a la superficie, a la hora de subir a la embarcación, y en el caso de tener escala para acceder a la misma, deberemos tener en cuenta otras consideraciones.

Al igual que lo comentado anteriormente, el oleaje presente puede hacer que el casco o en su caso la escala, nos pueda alcanzar y golpear provocándonos algún daño. Por ello, deberemos guardar la observancia necesaria para protegernos de este imprevisto.

Especial hincapié en estas circunstancias, en respetar las distancias a la hora de subir a la embarcación y nunca ponerse debajo de la escala hasta que esta quede libre, ya que el compañero que nos precede podría caernos encima debido al intenso oleaje.

También otra precaución muy recomendable a tener en cuenta, sería el quitarnos previamente las aletas y evitar subir con ellas puestas, ya que lo más seguro es que acabáramos tropezándonos y provocando una caída peligrosa no solo para nosotros, sino también para los compañeros que nos circundan.

Una vez a bordo, seguro que experimentaréis una sensación de orgullo y felicidad por haber sido capaces de disfrutar bajo el agua cuando Neptuno nos lo pone algo más difícil.

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